Es normal que después de la entrada en la que presentaba el blog, esta segunda entrada tiene que ser de la primera vez que salí del armario.
Es curioso que cuando decimos salir del armario se refiere a la primera vez que se lo decimos a alguien conocido, a alguien de nuestro entorno. Jamás nos referimos a esa primera vez que nos liamos con alguien ( en la que lógicamente expones tu homosexualidad) o a aquella primera vez que empiezas a chatear y envías una foto, o conectas la cámara web. NO! Salir del armario es algo más familiar, tiene que ser con alguien del entorno cercano.
Tantas veces se me ha pasado por la cabeza, tantas veces he creído tener delante a la persona que quería decírselo por primera vez y siempre al final me faltó el valor. Lo vas dejando pasar y te dices a ti mismo, la próxima vez, o ahora no que ya tiene suficiente con lo que tiene, como si le fueras a cargar con algún problema o preocupación. Si de algo me he dado cuenta es que el decírselo a los amigos, no es cargarlos con algo aunque si es verdad que te libera de un peso y una carga, del estado de alerta constante en el que estás para que no te pillen mirando a alguien, o para que coordines equivocadamente bien el género de la persona que te gusta.
A mi me sacaron de ahí, yo no salí. Se produjo en el periodo de tiempo de dos días, os explico. Yo estaba con una amiga tomando un café, en un bar donde el camarero me gustaba un montón. Hablábamos de ella y de su novio, en una de estas me debió cazar mirando al camarero y muy natural me dijo: qué! te mola el camarero, no? Y yo, no no, qué va, ja ja! Y conseguí que siguiéramos hablando de ella. Pero me encanto con la naturalidad que aceptaba mi posible homosexualidad!
Al día siguiente estábamos frente a una copa de vino, y después de hablarme largo y tendido sobre ella y su novio, comenzó a mandarme indirectas muy directas para que le contara algo mío, ya sabes, quiero que me lo digas tú, Qué te diga qué? Qué quieres saber? Pregunta pregunta, ya sabes eso, pero dímelo tú. Y al final me lo pregunto: eres gay? Y yo: pues sí, sí, Y ella Sí qué? Me obligo a decírselo con todas las letras, no una simple afirmación. Después pasaron 10 minutos sin que las manos me pararan de temblar, con risa nerviosa y cuando se me pasó un poco estuve dos horas sin callar, hablando de tantos años escondiéndome, de tantos secretos, de tanta hipocresía con uno mismo.
Ese ejercicio de decirlo en voz alta, delante de otra persona, fue tremendamente difícil. A veces me ponía delante del espejo e intentaba decirlo, se apagaba la voz, conseguía a duras penas pronunciarlo, como que si no se dice no es verdad!
Esa noche dormí verdaderamente bien, me habían obligado a dar un paso que llevaba años esperando darlo y por fin llegó y detrás del cual quedaban muchos por dar.